José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falage, instrumento político con el que Franco gobernó durante casi cuarenta años, murió también un 20 de Noviembre ( fusilado por un pelotón republicano ), y descansa junto a aquél en el Valle de los Caídos ( lo que le ha supuesto, quizás, un sambenito desmesurado al ser utilizada su persona como instrumento político durante la dictadura ). Su nombre se perpetuó durante todo el régimen a modo de héroe ausente ( felizmente ausente para muchos del propio bando vencedor ), y aún hoy en muchas iglesias ( José Antonio Primo de Rivera, ¡ Presente ! ). " Cortés, modesto y atento " para el embajador americano C. Bowers, hasta el punto de ser una de las personas más encantadoras de Madrid, no admitía, sin embargo, que nadie le llamara por el típico diminutivo; " Si alguien me llamara Pepe o don Pepe, creo que sería capaz de pegarle un tiro ". Se le solía ver, vistiendo sólo trajes ingleses, en el Ritz; era experto en vinos, en caballos y no cazaba mal; hijo mayor del dictador, y terrateniente, para colmo conducía un deportivo rojo, un icono para parte de las hambrientas masas.
" Soy como un discipulo que va a ver al maestro ", dijo a un periodista italiano antes de entrevistarse con Mussolini; quizás de él aprendiera la técnica de sembrar el pánico en las calles promoviendo actitudes violentas como medio para convertirse en un poder fáctico. En este entido, gustaba de imponer " sanciones laxantes ", al obligar a enemigos de Falange a tomar aceite de ricino, y hablaba de la " alegre irresponsabilidad " necesaria para asaltar los quioscos. En cuestión de crueldad no llegó, ni mucho menos, a la talla moral de su compañero de enterramiento, pero sí contribuyó a inestabilizar en impregnar de violencia el ambiente de la democracia republicana. En la campaña electoral para las elecciones de 1933, los nuevos afiliados a Falange debían rellenar un formulario en el que se les preguntaba " ¿ Tienes bicicleta ? ", siendo bicicleta un eufemismo de pistola. Finalmente se les entregaba una porra, al estilo del manganello italiano de los seguidores de Mussolini. En algunos de sus discursos se aprecia claramente la violencia: " Si nuestros objetivos han de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia, porque ¿ quién ha dicho que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad ? , ¿ quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables ? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y las pistolas cuando se ofende a la justicia y a la patria ".
En estas y otras palabras, algunos historiadores como Paul Preston, han visto una oportunidad para revisar su figura. Preston, en " Las tres Españas del 36 ", lo concibe como alguien con una personalidad suficiente como para haber evitado la guerra civil, o al menos las crueldades cometidas. Ese es, quizás, el sentido de su testamento, donde esperaba fuera la suya, la última gota de sangre vertida en discordias civiles... Como siempre, cuestión de interpretaciones.
Sobre la violencia, es interesante resaltar que contuvo durante meses las represalias de sus camaradas contra los rojos. La primera víctima mortal en las filas socialistas fue la respuesta a la octava muerte falangista. Su reticencia a la violencia mortal es algo fundamental para juzgar la actitud de José Antonio sobre la violencia.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, pero por este mismo motivo, flaco favor ha supuesto para él su encumbramiento por parte de Falange y Franco, que durante mucho tiempo han usado su figura. Es el sambenito al que me refería.
ResponderEliminarEfectivamente, los "camisas viejas" que se acomodaron en el franquismo tienen mucha culpa de este estigma que pesa sobre su figura. Pero no está de más recordar a Manuel Hedilla, condenado a muerte por Franco (aunque Yagüe lo salvó), Urdiales (el chaval que llamó traidor a Franco en pleno desfile un 20-N), los falangistas que , en un acto oficial (también un 20-N), se giraron de espaldas a Franco mientras los otros le saludaban, o el mismo Dionisio Ridruejo, tal vez el único que gritó a Franco en los años 40 y que tuvo que exiliarse. Por no hablar de los distintos grupos de falanges clandestinas antifranquistas. La poca memoria de los españoles comete injusticias para con estos hombres que, estemos de acuerdo con ellos o no, lucharon por una España mejor.
ResponderEliminarEs cierto, de hecho, Paul Preston en su libro "Las tres Españas" le dedica un capítulo en el que incide en esta idea. Por cierto, creo que está próximo el lanzamiento de un libro de Carmen Franco ( "Franco, mi padre" )que seguramente alguna pista dará para aclarar esta idea de Paul preston. En ese libro hablará del miedo/sospecha de su padre de ser secuestrado por Hitler, un affair en el que Muñoz Grandes, en opinión de Hitler, era el mejor colocado para sucederle.
ResponderEliminargreat post
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